Entre los elementos que regulan nuestro organismo y aseguran la supervivencia de cada individuo, uno de los más importantes y, a la vez, de los olvidados, son las citoquinas, responsables de la comunicación entre las células del sistema inmune y asegurar el correcto funcionamiento de este. ¿No las conoces?
Entonces, imaginemos un gran proyecto de colaboración entre diferentes instituciones y empresas dedicadas al desarrollo de actividades sanitarias. Supongamos que el objetivo de esta cooperación es, por ejemplo, la investigación de nuevos fármacos reguladores del microbioma localizado en la zona intestinal. Tiene buena pinta, ¿verdad? Profesionales trabajando conjuntamente con una misión común. Sin embargo, existe una pieza clave en este proyecto que es indispensable para su éxito: la presencia de un coordinador. Sin una figura que medie entre las funciones de cada uno de los integrantes, cualquier proyecto de amplias expectativas podría convertirse en un completo caos con un trágico desenlace: el fracaso.
Pues bien, el cuerpo humano, como gran sistema metabólico que es, representa un caso muy similar. Para garantizar la supervivencia de un individuo, cada elemento del organismo debe coordinarse de forma adecuada con el resto de las partes involucradas, trabajando de forma conjunta en realizar las funciones vitales, ya sea desde gestionar la reacción ante determinados estímulos o combatir la entrada de patógenos externos. Para todas ellas, es esencial la existencia de elementos coordinadores que regulen el comportamiento de las diferentes células, facilitando su comunicación y organizando todas sus acciones. En concreto, para el sistema inmunitario – aquel responsable de la defensa del organismo ante la llegada de elementos nocivos- esta tarea recae sobre las citoquinas, también conocidas como citocinas, unas proteínas elementales en la comunicación celular y en el correcto funcionamiento del sistema inmune.
Su papel radica, fundamentalmente, en la coordinación de la comunicación entre los linfocitos, macrófagos y, en general, los diferentes tipos de células que intervienen en la respuesta inmunitaria. Cuando un elemento extraño entra dentro del organismo, las células inmunes buscan destruirlo, pero, si no lo consiguen, necesitan llamar a otras células para que las ayuden. Ahí es donde las citoquinas entran en acción: su liberación en una determinada cantidad aporta información al resto de las células sobre el estado de la lucha contra infecciones y gérmenes, así como de próximas acciones a emprender o futuros movimientos a coordinar.
Se trata de proteínas de señalización celular, secretadas por células inmunitarias en respuesta a diferentes señales, como la presencia de patógenos, lesiones, aparición de inflamación o diferenciación celular. De hecho, aunque su popularidad no es excesivamente alta más allá de la comunidad sanitaria, su importancia en el correcto funcionamiento del organismo es comparable a la de las hormonas o neurotransmisores. Un desequilibrio en la producción o la regulación de citoquinas puede llegar a desestabilizar el sistema inmune, deteriorando la comunicación entre los diferentes elementos, y llegando a contribuir a diversas enfermedades autoinmunes o patológicas.
En efecto, la investigación en materia de citoquinas es fundamental para entender por completo ese tipo de afecciones en las que el sistema inmunológico ataca incorrectamente a las células y los tejidos del propio cuerpo, en lugar de dirigirse hacia los patógenos externos. La medición de los niveles de citoquinas en el suero sanguíneo o en los tejidos afectados, el conocimiento del tipo de proteínas involucradas en cada una de las patologías registrada o la comprensión de todos los factores involucrados en su actividad es esencial para conocer mejor todos los mecanismos subyacentes, desarrollar tratamientos mucho más efectivos y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas por estas condiciones.
Con la mirada puesta en ese objetivo, nace el proyecto MAGNET-IL-18, liderado por investigadores del Centro de Investigación en Nanomateriales y Biomedicina (CINBIO) de la Universidad de Vigo y con la participación del Instituto de Investigación Sanitaria Galicia Sur (IISGS) y el Instituto de Biomedicina de Sevilla (IBIS), como parte del Plan Complementario de Biotecnología Aplicada a la Salud en Galicia.
A través de una propuesta innovadora, el proyecto plantea la internalización de estructuras magnéticas portadoras de la citoquina IL-18 dentro del organismo y el estudio de la respuesta de las células ante la presencia de la proteína, en función de su localización. Al ser una de las citoquinas encargadas de regular la respuesta inmune, se podrá evaluar su impacto en la respuesta inflamatoria en diferentes partes del organismo. Como culmen, los investigadores aspiran a poder relacionar sus resultados con los datos de personas con trastornos del sistema inmune, como el VIH, pudiendo explorar y plantear nuevas estrategias terapéuticas efectivas.